viernes, 23 de julio de 2021

Crónicas y leyendas: Skiir el asesino (II)




CAPÍTULO II

—Tengo apostados doscientos montaraces al oeste de Karak-Ocho-Picos vigilando y limpiando de skavens un túnel de entrada a la fortaleza y a sus catacumbas, además de otros quinientos soldados preparados para entrar a recuperar los objetos guardados en ellas— dijo Tarin.

—No sé, maestro enano, me parece un plan muy arriesgado, meternos en la boca del lobo por unas simples baratijas y por este precio… —contestó Arthol. El rostro del enano se endureció. Que un simple humano hablara así de las grandes piezas de artesanía que su pueblo había hecho mucho tiempo atrás le había sentado muy mal. “Si supiera el poder del objeto que realmente quiero recuperar, no diría eso”— pensó.

— ¡No son baratijas! —espetó, golpeando la mesa— son objetos que ni el más hábil de todos los hombres podría soñar en hacer en veinte vidas. Arthol parecía dubitativo, la afirmación de aquel enano le hizo pensar en la fortuna que podría obtener con su venta.

— Muy bien, hagamos un trato — dijo Arthol mientras miraba al enano a los ojos — nos uniremos a vosotros a cambio de quinientos lingotes de oro y, de al menos, diez objetos de valor que haya en las catacumbas. —propuso Arthol—Si logramos bajar hasta ellas y recuperar Enail la rebanadora, saldremos ganando, no podemos permitir que ningún orco o rata la encuentre, tenemos que recuperar la daga cueste lo que cueste.

Tarin puso cara de frustración para hacer creer a Arthol que el trato era un robo pero que, por otra parte, no tenía otra opción más que aceptar el acuerdo - Trato hecho, humano— dijo Tarin entre dientes, tendiéndole la mano para cerrar el pacto – cuando lleguemos a las catacumbas, os daremos diez objetos que podrían alcanzar las doscientas monedas de oro cada uno. Arhil estrechó la mano de su nuevo compañero de aventuras, una mano pequeña pero sorprendentemente dura y nudosa — Excelente, ¿cuándo partimos? —preguntó— mañana con la primera luz del día, tenemos que llegar lo antes posible para evitar que los skavens descubran nuestro plan y les dé tiempo a pedir refuerzos a otras madrigueras de Karak-Ocho-Picos. Plagthur, como llaman a esa madriguera, está compuesta por quinientos guerreros.

Y así fue como con el primer rayo de luz, un ejército formado por mil hombres y un enano partieron de la ciudad de Westdec hacia Karak-Ocho-Picos para hacer una incursión y recuperar los objetos enterrados en el ala oeste de la fortaleza.

CAPÍTULO III

El camino hasta Karak-Ocho-Picos era corto, pero podían encontrarse con grupos de pieles verdes, skavens, ogros y demás criaturas, por lo que el grupo iba con mucha cautela.

— ¿Alguna novedad de tus exploradores, Folre? — preguntó Arthol —Ninguna, señor —contestó el jefe de exploradores mientras miraba el horizonte delante de ellos —los orcos que vimos ayer han seguido hacia el sur, dos exploradores les está siguiendo para evitar posibles emboscadas y avisarnos si cambian de rumbo. — Bien hecho, ¿cuándo llegaremos a Karak-Ocho-Picos?, nuestro viejo amigo está impaciente ya. -Esperamos llegar mañana con las últimas luces del día mi señor. —Bien, bien— contestaron a la vez enano y humano.

El viaje había transcurrido con tranquilidad. Arthol no trató de sacarle información al enano sobre lo que podían encontrar allí abajo. Conocía muy bien a su raza y sabía que eran muy reservados.

Durante el segundo día de viaje, un grupo de setecientos orcos fue divisado a cuatro horas de distancia pero, por suerte, decidieron seguir hacia el norte. Un grupo tan numeroso habría supuesto un problema, pues los orcos son una raza muy peligrosa a la que le encanta pelear, lo que hubiera ralentizado el paso de la expedición y hubiera generado bajas en sus filas.

—Arthol — dijo Tarin —mis guerreros deben de estar cerca, les dije que acamparan a un día de distancia de la entrada, no queríamos que los hombre-ratas encontrasen un número alto de enanos bien armados. -De acuerdo maestro enano, en cuanto los encontremos juntaremos fuerzas y descansaremos para el último tramo del viaje- le contestó.

Tal y como señaló el enano, tras varias horas de marcha el grupo dio con el destacamento de Tarin: quinientos enanos cubiertos de armaduras pesadas, arcabuces, martillos y escudos, preparados para pelear y morir si era necesario con tal de recuperar los preciados tesoros de sus antepasados.

— Hermanos enanos — dijo Arthol —será un honor ayudaros a recuperar vuestras pertenencias. Mañana será un gran día, bebed y descansad pues... ¡Mañana asaltaremos esa madriguera y recuperaremos lo que os pertenece!—. Los allí presentes lanzaron vítores, envalentonados por las palabras de Arthol y por la presencia del maestro enano.

La noche se hizo corta. Humanos y enanos compartieron comida, bebida e historias de batallas en las que habían participado contra orcos, skavens, ogros y animales gigantes. Conforme avanzaba la noche los soldados fueron abandonando la explanada donde estaban reunidos. Algunos rezaron a su dios para que cuidaran de ellos, otros afilaron las armas para tenerlas listas para la batalla que tendría lugar en los túneles de Karak-Ocho-Picos.

A la mañana siguiente, la nueva fuerza formada por mil quinientos soldados entre humanos y enanos avanzó hacia Karak-Ocho-Picos, esperando reunirse con los montaraces enanos cerca del túnel de entrada y acabar el asalto lo antes posible, pues no querían demorar mucho la incursión para evitar que los hombre-rata pudieran dar la voz de alarma.

En la distancia, un misterioso skaven limpiaba de su daga la sangre del humano que yacía a sus pies

— Habrá que ver cómo se las arregla Skiir —farfulló— no será una batalla fácil. - sentenció.

Héctor "El hereje"

1 comentario:

  1. Más, queremos más!!
    Más información, más detalles, más aventura. Necesitamos más de lo que nos ofreces!!

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