¡Saludos, jóvenes noveles y valerosos caballeros!
Acabamos con el tercer clasificado, EL GRAZNIDO, de Beatriz Orts, disfrutad del poder del verdadero rey fénix.
Liandra Elentari se despertó envuelta en sudor. Se levantó rápidamente de su jergón abriéndose paso a través de la tienda hasta llegar a la reconfortante brisa del exterior. Bajo el cobijo de la luna llena, atravesó el claro del campamento con paso firme y veloz hacia los árboles colindantes, se apoyó en uno y dejó deslizar su cuerpo hasta tocar el suelo; estaba frío y húmedo, indicando el inicio del otoño en Ulthuan.
El bosque se encontraba tranquilo y en silencio, parecía querer respetar el descanso del ejército Ashur que, asentado en el claro, intentaba protegerlo. Liandra se frotó los antebrazos en actitud reflexiva; hacía frío.
Taciturna, se incorporó y comenzó a deambular entre la espesura, cuándo súbitamente, un graznido sobrecogedor cortó el silencio de la noche. Giró sobre sí misma 180 grados, desenvainó su espada y arremetió contra el origen del sonido. La hoja hendió en el aire, confundida pestañeó dos veces y se irguió cuan alta era, encontrándose cara a cara con la mirada divertida de un cuervo posado a la misma altura que sus ojos.
Los ojos del cuervo eran profundos, un escalofrío recorrió su espalda mientras se perdía sin más opción en su mirada, sintiendo como su propia conciencia le iba abandonando poco a poco…
“El fulgor de la batalla se encontraba en su máximo esplendor, la sangre corría por las laderas de las colinas mientras que los malheridos intentaban escapar desesperados.
Liandra corría bañada en sudor y sangre acompañando con un grito desgarrador su carrera hacia el epicentro del combate, dónde sus compañeros se encontraban en verdaderos apuros.
Los Druchii estaban siendo implacables y despiadados, haciendo honor a su naturaleza corrupta y espíritu trastornado. Por contra, los Ashur se encontraban acorralados entre las colinas más cercanas y el ejército enloquecido al que se enfrentaban.
Ver a sus compatriotas asustados y temerosos de la potencia con la que arremetían los elfos oscuros le hacía sentir náuseas. No podía pensar que esa batalla se iba a perder, no podían consentirlo, tenían que ganar fuese como fuese y a toda costa. Si perdían la posición estarían perdidos, todo el pueblo Ashur desaparecería.
Detuvo su carrera a medio camino y contempló durante unos segundos al ejército enemigo. Cerca de la primera línea del frente divisó una figura impertérrita, envuelta en una imponente armadura negra azabache. Un estremecimiento le recorrió la espina dorsal congelándose la sangre en sus venas, mientras tomaba conciencia de que Malekith en persona había acudido comandando el ejército invasor para asegurarse la victoria.
Conocedora de no tener otra oportunidad, reanudó su carrera. Las gemas de la armadura de Liandra refulgían con la luz solar mientras recorría el campo de batalla en pos de su dragón, Borgash. A media carrera se agarró al estribo y de un salto se encaramó a su lomo. El majestuoso dragón dejó los restos de Druchii que tenía como presa entre las garras, y alzó el vuelo. Planearon por encima de los ejércitos mientras centraba su mirada en el Rey Brujo, conteniendo el aliento señaló a Borgash la nueva presa. El dragón bramó poderosamente abriendo las fauces dirigiéndose hacia el frente del enemigo fieramente.
Malekith elevó la mirada un segundo, desenvainó a Destructora y con la tranquilidad de quien se sabe ganador, la hundió en el pecho del dragón que se abalanzaba sobre él con las garras abiertas. Borgash rugió una última vez y cayó cuan largo era, mientras la vida se le escapaba de entre las garras.
Liandra saltó por encima del cuerpo inerte de Borgash, inundaban las lágrimas sus ojos cuándo se precipitó sobre el Rey Brujo, dando estocadas a diestro y siniestro. Malekith realizó una certera finta, parecía que bailaba con ella sin ningún tipo de esfuerzo. Le resultaba imposible acertar a su oponente por lo que realizó una maniobra arriesgada, giró el torso en el último momento y lanzó una estocada desesperada, esperando morder la carne de su oponente con el filo de su espada. Nada más lejos de lo previsto, Malekith no se encontraba en la posición esperada.
El Rey Brujo la desarmó grácilmente y con una mirada de profundo desdén la asió del cuello elevándola con facilidad del suelo. Liandra pataleó en el aire, no podía respirar, sintió un profundo terror que la desgarró por dentro.
- No has conseguido nada con tu sacrificio, joven. No cambiará nada, ya lo has visto. - Susurró desalmadamente en su oído mientras hundía a Destructora lentamente en su pecho, deleitándose con el sufrimiento de su víctima. Liandra sintió un profundo dolor y lanzó un grito que desgarraba el alma.
- No eres nadie, todos caeréis - El rey brujo la lanzó contra el suelo con desprecio.
Brotó la sangre a través de la armadura de Liandra, dejando una alfombra carmesí bajo su cuerpo. Con sus últimas fuerzas, desvió la mirada hacia el horizonte, vió que perdían la batalla. Un cuervo se posó grácilmente cerca de ella y la miró profundamente, parecía que se reía. Malekith se acercó y el cuervo se posó en su hombro.”
El frío helador de la medianoche se apoderó de Liandra despertándose sobresaltada, ahogó un grito mientras se incorporaba rápidamente del jergón de su tienda. Con el corazón en un puño y la respiración entrecortada se precipitó hacia el exterior, arrodillándose atropelladamente sobre la hierba impregnada de rocío. Se llevó las manos a la cara y lloró profundamente. Un cuervo graznó.
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